JOSEFINA VICENS. Vanguardia silenciosa
Ensayo sobre la vida y la obra de Josefina Vicens (1911 - 1988), la primera escritora en ganar el Premio Xavier Villaurrutia gracias a El libro vacío (1958), su primera novela.
Este ensayo fue galardonado con el Premio Nacional de Ensayo "José Muñoz Cota" 2023.
Escucha la entrevista de Fernando Fernández al autor, transmitida en A pie de página (IMER, 2 Oct 2023).
GUERRERO ARELLANO, César (2023). Josefina Vicens. Vanguardia silenciosa. Ciudad de México, Tintanueva, 126 pp.
En el imaginario de las letras mexicanas, Tabasco resuena como el fecundo afluente del que han surgido poetas sobresalientes: José Gorostiza, Carlos Pellicer, José Carlos Becerra. A ello debe añadirse que, en los humedales de su capital, nació también Josefina Vicens (1911-1988), la primera narradora en obtener el, por algún tiempo mítico, premio Xavier Villaurrutia. Lo hizo con El libro vacío (1958, Compañía General de Ediciones), su primera novela, poco después de que le fuera concedido a Pedro Páramo de Juan Rulfo y El arco y la lira de Octavio Paz (en 1955 y 1956, respectivamente). Casi un cuarto de siglo después, Vicens publicaría su segunda y última novela, aún más breve que la primera: Los años falsos (1982, Martín Casillas Editores), con portada de José Luis Cuevas.
Al morir Vicens, Paz dijo a los periodistas que esta autora legaba una obra “reducida, mas no limitada”, “escasa, pero profunda”, características que también atribuyó al trabajo de Rulfo, de Gorostiza y de Villaurrutia. Sin embargo, a diferencia de ellos, la obra literaria de Vicens ha sido poco visible para los lectores y para la historiografía literaria, con independencia de su calidad y singularidad. ¿Qué hace tan heterodoxa a quien, en palabras de Ana Rosa Domenella,[1] es un “clásico marginal”, a esta “autora de culto”, como la califica Aline Pettersson, a esta precursora de la metaficción en nuestra literatura, como afirma Fabienne Bradu, que tanto la desmarcan de las principales corrientes de la literatura mexicana del siglo xx?
Aunque su obra se asocia con la de autoras como Rosario Castellanos, Amparo Dávila e Inés Arredondo, todas ellas nacidas en la década de 1920, Vicens es una autora que se ubica generacionalmente junto a los escritores nacidos en la década de 1910: Octavio Paz (1914), Elena Garro (1916), Juan Rulfo (1917) y Juan José Arreola (1918).
Campobello (1900) se adelantó a Vicens en ocupar el sitio de “la primera narradora mexicana moderna del siglo xx”. Sin embargo, Vicens bien puede ser la primera narradora mexicana urbana del siglo xx, ya que sus novelas tienen como trasfondo familias de clase media en la Ciudad de México. Los relatos de Campobello se sitúan, en cambio, en aquellos pueblos del norte de México en los que la autora duranguense vivió su infancia y adolescencia.
En vida de la autora, su primera novela fue traducida al francés por la poeta y feminista Alaíde Foppa y por Dominique Lemort, viuda de Éluard, para publicarse en Francia con una carta de Octavio Paz a manera de prólogo. Luego de su muerte, ambas obras han sido traducidas al inglés y Los años falsos al italiano. En contraste con su reducida carrera literaria, a la que sólo se añadieron una obra de teatro (Un gran amor, Cuadernos de Bellas Artes, 1962), el cuento “Petrita” (publicado en la revista Plural, 1989)[2] y algunos poemas, Vicens fue prolífica como guionista de cine, un oficio que realizó de manera preponderantemente profesional. También ejerció el periodismo en tres géneros especializados: crónica taurina, artículos políticos y crítica cinematográfica.
Gabriel Figueroa, el cinefotógrafo más destacado de la “época de oro” del cine mexicano, fue quien en 1948 alentó a Vicens a desarrollarse en la escritura de guiones. Esto, tras enterarse de su participación en el guion de Aviso de ocasión, una película que no llegó a filmarse. Ella misma refería haber escrito más de noventa guiones cinematográficos, de los cuales se filmaron alrededor de veinte. Entre éstos destacan Las señoritas Vivanco (Mauricio de la Serna, 1959), que escribió con base en una historia de Elena Garro, Juan de la Cabada y el propio de la Serna, y los de las películas Renuncia por motivos de salud (Rafael Baledón, 1975, protagonizada por Ignacio López Tarso) y Los perros de Dios (Francisco del Villar, 1974, con fotografía de Gabriel Figueroa), que le merecieron en cada caso el premio Ariel de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas. Respecto del periodismo, firmó sus artículos políticos con el pseudónimo de Diógenes García, sus colaboraciones para medios especializados en la fiesta brava como Pepe Faroles y los artículos sobre cine con su propio nombre. Fundó, produjo y dirigió la revista Torerías.
La temprana infancia de Josefina Vicens transcurrió en Villahermosa, puesto que su familia, compuesta por una maestra tabasqueña, un comerciante español originario de las Islas Baleares y cinco hermanas, de las cuales ella fue la segunda, mudó su residencia a la Ciudad de México antes de que cumpliera seis años. A los quince años, Josefina Vicens comenzó su vida laboral en empleos burocráticos, destacándose en el ámbito sindicalista federal. Entre sus cargos se encuentran el de miembro de la sección ejecutiva y oficial mayor del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC), vicepresidenta de la Sociedad Nacional de Escritores de México y presidenta de la Comisión de Premiación de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas.
El feminismo no fue militante ni explícito en la obra literaria de Vicens: los protagonistas de sus novelas son hombres en entornos y con conflictos propios del mundo masculino. No obstante, sí estuvo presente en su actuar profesional: como secretaria de Acción Femenil de la Confederación Nacional Campesina (CNC), junto con Concha Michel, impulsó la creación de las Ligas Femeniles, y como Secretaria de Acción Femenil de la Federación de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), pugnó por que las mujeres tuvieran igualdad de condiciones en el ámbito laboral, civil y político respecto de los hombres.
Josefina Vicens murió la víspera de su cumpleaños setenta y siete, en la Ciudad de México, luego de algunos años de vivir aquejada por una progresiva ceguera y por la pérdida, cinco años antes, de su pareja, la actriz Anita Blanch.
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Bibliografía
Fuentes electrónicas
Índice onomástico